Sin duda mi ruta por suroeste de la provincia de Cádiz ha sido uno de los viajes más bonitos que he hecho, porque en un radio de muy pocos kilómetros convergen actividades para todos los gustos y da igual lo que vayas buscando, que en la provincia más meridional de la Península, lo encuentras.
Comienzo mi viaje cogiendo un tren desde Madrid a San Fernando, es la manera más cómoda de ahorrarme el trayecto más largo en coche y allí, en la misma estación había reservado previamente un coche de alquiler.
Pongo rumbo a mi primer destino: Medina Sidonia, un cautivador pueblo de poco más de 10000 habitantes al que aún no le ha llegado el boom de turismo, y eso se nota en sus casas blancas de puertas abiertas y niños correteando con la pelota, al igual que en los restaurantes, donde se come especialmente bien y por un precio muy ajustado.
De Medina os recomiendo subir al Cerro del Castillo visitar el Castillo, en el que podréis encontrar nada menos que las ruinas de tres fortificaciones superpuestas temporalmente: Un castillo romano, un alcázar árabe y un castillo medieval. Además su gran altura permite divisar gran parte de la provincia con sus campos verdes y la tranquilidad que se respira allí es abrumadora.
El Museo Arqueológico es parada imprescindible, entre otros grandes hallazgos podréis caminar por unas antiguas cloacas romanas y antes de salir, preguntad a la persona de taquilla si puede enseñaros la calzada romana. Se encuentra a unos metros del Museo, dentro de un edificio de viviendas y únicamente puede accederse con llave. Es un lugar único y sorprendente porque se trata de un pequeño tramo de una vía romana de grandes losas de piedra y compuesta por dos aceras y cinco metros de ancho, capaz de permitir el paso de dos vehículos a la vez. Tiene más de 2000 años y se descubrió al excavar para hacer un garaje en 1997.
Para los pasteleros como yo, no dejéis de hacer una paradita en la Confitería de La Paz, en pleno centro de Medina y probar los Alfajores (el dulce típico de la zona) y un bizcocho de naranja con chocolate que preparan y que es absolutamente delicioso.
Y ya que hablamos de algo que tanto nos gusta, comer, mi recomendación gastronómica en Medina es Venta La Duquesa, un restaurante de toda la vida pero que ha sabido adaptarse a los tiempos y no solo han creado nuevos y modernos espacios en el local (cuentan con dos terrazas-jardín lounge de lo más confortables) sino que su cocina combina de manera excepcional la tradición más arraigada con innovadores ingredientes: El resultado para mí fue todo un descubrimiento y una cena para recordar por mucho tiempo. Por cierto, tuve la oportunidad de conocer a la Chef, Miriam Rodríguez, que además es un auténtico encanto.
Tres de sus platos más representativos, que pude probar en mi visita y que no podéis perderos son: Explosión de sabores (hay que probarlo para entenderlo jeje), Carne de Retinto a la Brasa y Naranja en Texturas.
A la mañana siguiente, pongo rumbo a mi siguiente destino: Tarifa. Nada más llegar hay algo que me sorprende gratamente: Este pequeño pueblecito costero ha sabido combinar con una perfecta armonía la tradición y el ambiente joven más desenfadado y deportista. Me alegra mucho haber elegido este destino para los siguientes tres días y además integrarme plenamente en él, ya que el hotel donde me alojo, Kook Tarifa, tiene un buen rollito impresionante. Se trata de un pequeño edificio de color blanco en pleno centro, con tan solo 14 habitaciones y decorado con mimo y un gran derroche de buen gusto. Christelle nos recibe como si acabáramos de llegar a su propia casa, nos enseña los distintos espacios con una voz calmada, transmitiéndome una paz que hasta ese momento, no me había percatado que necesitaba. Es como si en ese preciso instante te dieras cuenta de que estás en el lugar exacto en el que debes estar. ¡Por cierto el hotel lo encontré en la selección de Ruralka!
El hotel en su conjunto es un disfrute de sensaciones: Una preciosa zona de lectura con sofás y luz tenue junto a un sosegado patio con jardín vertical. Una hamaca que cuelga del techo en la que simplemente balancearse al compás del excelente hilo musical que nos acompaña. Una cocina de madera en la que tomar un buen café recién hecho con alguna de las frutas que, durante todo el día, puedes disfrutar de cortesía. O tal vez una inolvidable puesta de sol desde su azotea, disfrutando de un buen vino. Las posibilidades son infinitas.
Con respecto a mi habitación, solo tengo que buenas palabras también. Es acogedora, con mobiliario de calidad y repleta de pequeños detalles que delatan la gran imaginación y sensibilidad de la persona que lo decoró. Súmale a todo esto un cuarto de baño con amenities de lujo (aún no consigo olvidar el gel de baño con aroma de miel) y una ducha efecto lluvia y no querrás nunca salir de allí.
¿Qué hacer en Tarifa? Pasea, toma unas tapas en cualquiera de las tabernas con terraza y tómate un buen mojito en alguna de las calles que cada noche, rebosan de gente. El ambiente es inmejorable, uno de los pueblos más alegres y sanos que he visitado.
La costa oeste de Cádiz goza de unas playas inmejorables y lo bueno de estar en Tarifa es que están todas muy cerca y cada día puedes visitar una o incluso dos de ellas. Las que más os recomiendo son la mítica Playa de Bolonia, con su duna y un paseo de lo más agradable por los más 4 kilómetros de largo que tiene. Ahora en primavera es una maravilla porque puedes estar prácticamente solo sin problema y yo creo que al ser tan grande, en verano no será muy agobiante. Pero si lo que quieres es asegurarte la privacidad y un enclave absolutamente idílico, anota el siguiente nombre: Playa del Cañuelo. 800 metros de arena fina y dorada, sin chiringuito, sin accesos públicos. Solo tú, la montaña de fondo y el océano atlántico. No es fácil llegar y el camino dura algo menos de una hora (desde que aparcas el coche), pero vaya si merece la pena, es una de las playas más solitarias y especiales de Andalucía!! Para llegar, pon rumbo al Faro de Camarinal y un poco antes de llegar, aparca junto al camino de cabras (literal) que asoma a la izquierda de la carretera. Cógelo y llega hasta el Faro. Una vez allí verás la playa a tu izquierda bajo la montaña, bordéala (apenas hay sendero marcado, va un poco por intuición y siempre hacia abajo, claro) y en un ratito habrás llegado. Es una antigua playa militar que ahora ya es pública y supongo que entre eso y que el acceso es complicado, acude menos gente. Cuando yo fui éramos no más de 8 personas en toda la playa, todo un lujo!
Los atardeceres en esta zona son muy codiciados y la hamaca más exclusiva del chiringuito de moda es lo que se lleva, pero qué queréis que os diga, el entorno es tan hermoso que en cualquier lugar lo podréis disfrutar igualmente. Yo lo hice desde la Playa de Los Lances, junto a Tarifa, sin apenas nadie alrededor y mirad las siguientes fotos, fue absolutamente precioso (Cabe destacar que no tienen ningún tipo de filtro ni retoque, salieron así tal cual)
Y la última parada del viaje es Vejer de la Frontera, reconocido como ‘Uno de los pueblos más bonitos de España’. Bien merecido el honor. Se trata de un pueblo amurallado, erigido sobre un monte de 200 metros de altura. Parte de su patrimonio histórico-artístico que es de obligada visita son el Castillo, la Torre del Mayorazgo y las cuatro puertas que aún se conservan de su muralla y la Iglesia del Divino Salvador, de estilo gótico-mudéjar. Junto a una de estas puertas, se encuentra la Estatua de la ‘Cobijada’, que muestra el traje típico de la mujer Vejeriega (compuesto por un manto negro) que envuelve en un halo de misterio ya que con él puesto, la única parte del cuerpo visible es el ojo derecho.
Dos recomendaciones más: Visitar la Plaza de España, punto neurálgico del municipio donde puedes sentarte alrededor de una fuente (muy bonita por cierto, con azulejado Sevillano) y sentirte como un Vejeriego más. Por último, la calle Judería esconde una postal magnífica del pueblo.
Conviene también, de forma respetuosa, acceder a alguno de los Patios que veamos abiertos. Aunque son privados, sus vecinos los cuidan tanto que algunos de ellos son especialmente hermosos, repletos de flores y plantas de numerosos colores que contrastan con el blanco de las casas.
Para comer, el Restaurante Pepe Julián es una excelente opción. Buen tapeo y a un excelente precio. Nos recomendaron también Abacería La Oficina, a la cual fuimos y estaba cerrada, pero por lo que nos contaros y las excelentes críticas que hay en internet, seguro que es todo un acierto también. En pleno centro se encuentra también la Pastelería Galván, con más de 60 años de historia y todos sus pasteles (artesanos) a 70 céntimos de euro son es parada imprescindible.
Si el tiempo lo permite,erece la pena acercarse a la Playa de El Palmar, perteneciente a Vejer. Tiene una extensión de algo más de 4km y es un auténtico paraíso salvaje. Su arena es fina y blanca, su agua limpia y clara y el paseo por su orilla es de lo más agradable. Al ser una zona protegida no hay grandes construcciones, todo lo que verás son cabañas de madera y negocios pequeños de alquiler de equipo de surf, etc
Casi al final de la playa, en una de las zonas más tranquilas, se encuentra Casa Reyes, un restaurante con mayúsculas y máxima calidad en el que me comí unas croquetas ‘que quitan el sentío’ y un lenguado fresco al horno (tanto que lo tenían expuesto en la cámara frigorífica que tienen en el comedor) inolvidables. Además comes prácticamente junto al mar y la atención de su cálido personal es maravillosa.
Lo dicho, un viaje precioso en un entorno idílico y que resulta perfecto para desconectar unos días, ya sea ruralidad lo que buscas o playas paradisíacas.